El proyecto para la identidad de la banda comenzó con la exploración de las múltiples connotaciones de la palabra “simulador”. Desde el principio, la idea de los videojuegos se incorporó como eje temático, dado que su capacidad para transportar al usuario a distintos mundos coincidía con la visión de la banda. Simular, de este modo, implicaba jugar con realidades alternativas: cuando la banda ensaya, crea una realidad; cuando ofrece un concierto o graba un tema, genera una nueva “simulación” dentro de otra. Inspirado en este concepto escribí la siguiente definición de simulador:
“Entendemos a un simulador como una máquina digital o analógica que reproduce experiencias, procesos o entornos de manera controlada y realista, permitiendo a los usuarios interactuar y experimentar situaciones que podrían ser complejas, peligrosas o imposibles de replicar en la vida real”
Esta definición nos sirvió para afirmar el sentido de la palabra en terreno audiovisual y asentar nuestro lenguaje estético. La visión futurista y la influencia de los videojuegos se personificaron en un auto virtual, una especie de simulador de experiencias que recorre paisajes argentinos distorsionados. Estos paisajes evocan recuerdos parciales, como si fuesen fragmentos digitales reconstruyendo momentos felices, algo que conecta con la atmósfera distorsionada y la estética glitch que buscábamos. Durante la fase de escucha de los demos que la banda compartió, surgieron palabras clave como grain, distort, delay y feedback, términos que remiten a texturas rugosas, distorsiones sonoras e imágenes glitcheadas, ecos repetitivos y bucles retroalimentados. Estas ideas se convirtieron en la base de la identidad visual y del diseño de las proyecciones para el show en vivo, con el objetivo de reforzar la sensación de estar ante un viaje virtual que superpone distintas realidades.
Las ideas de grain, distort, delay y feedback se convirtieron en la base de la identidad visual y del diseño de las proyecciones para el show en vivo, con el objetivo de reforzar la sensación de estar ante un viaje virtual que superpone distintas realidades
El proceso creativo comenzó con una investigación conceptual en la que analicé referencias de videojuegos antiguos, arte discográfica, ciencia ficción y efectos de distorsión que complementen la idea principal. Luego, a partir de la idea del auto simulador, realicé bocetos digitales y un primer guion visual que mostraba escenarios virtuales, basados en paisajes de Argentina, pero intervenidos con “fallas” digitales y transiciones donde se integraban los efectos grain y distort. El siguiente paso consistió en producir estos recursos visuales y texturas, empleando contrastes de colores para crear la atmósfera que se complementaba con la música. El uso de efectos como delay y glitch reforzó la idea de un espacio-tiempo alterado propio de un entorno simulado.
De esta manera, el trabajo para la banda Simulador se construyó como un viaje sensorial donde la música distorsionada al estilo de Tame Impala y la estética glitch se fusionan con la evocación de escenarios reconocibles, a la vez que alterados por la lógica del simulador. Cada canción, cada proyección y cada instancia de interacción con el público refuerza la idea de que todo se encuentra en un estado de creación continua, con cada realidad sirviendo como réplica y eco de una experiencia original que, al final del día, también podría ser una simulación más.